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14 de julio de 2008

El gran François no pasa de moda


François Rabelais
El martes presentamos en la biblioteca de la Alianza Francesa de Buenos Aires nuestra traducción bilingüe de Pantagruel de F. Rabelais. Y como es bastante habitual que uno lea las traducciones como si fueran originales, cuando en verdad no lo son, a mí me pareció oportuno comentar algunas cuestiones vinculadas con la traducción de Rabelais al español. Esto es lo que dije en aquella memorable velada:
Como todo autor clásico, Rabelais tiene su propia historia de traducción. Y en el caso de Rabelais esta historia es bastante particular. Es particular porque Pantagruel, que fue el primer libro de ficción que publicó Rabelais allá por 1532, fue traducido al español recién en 1910. Gargantua, el otro gran libro de Rabelais, en 1905. 1532-1905. Hasta comienzos del siglo XX ningún hispanohablante (a excepción, quizás, de alguno que sabía hablar francés) había leído a Rabelais. Cuando al alemán o al inglés, por ejemplo, la obra de Rabelais se tradujo en el siglo XVI y XVII, poco tiempo después de la publicación del original. Quizás uno de los motivos que pueda explicar esta situación --como dice la gente que se dedicó a estudiar un poco el tema-- es que los países de tradición protestante (Alemania o Inglaterra) fueron más permeables a la obra de Rabelais que los países de tradición católica (España o Italia).
De cualquier modo es significativo que ningún traductor español o hispanohablante haya traducido a un autor de la envergadura de Rabelais durante casi cuatro siglos. Pero quizás sea todavía más significativo que el primer traductor de Rabelais al español haya sido un anarcosindicalista llamado Eduardo Barriobero y Herrán (1875-1939), que vivió perseguido y que murió fusilado por las tropas falangistas. Digo que me parece significativo que una persona como Barriobero haya decidido traducir a Rabelais porque me animaría a decir que algún interés en particular debía tener este hombre en los libros de Rabelais. Quizás, me imagino, pudo haberle interesado de la obra de Rabelais el tono procaz, o la subversión de determinados valores, de determinados órdenes o de determinados estamentos.

Eduardo Barriobero y Herrán. Anarquista y republicano español.
Primer traductor de Rabelais al castellano en 1905.
Pero también es significativo que, como Rabelais, que fue censurado muchas veces, que tuvo que corregir su obra para escapar de la censura (de la Sorbona en aquel momento y también de la Iglesia), que siempre buscaba protección, que tuvo que exiliarse en Italia, que aparentemente estuvo preso, que estuvo bastante cerca de ser condenado a la hoguera, digo, como Rabelais, Barriobero también fue perseguido y encarcelado.
Y aparentemente en la clandestinidad o en la cárcel Barriobero se entretenía traduciendo a Rabelais. Es interesante, me parece a mí, que tanto la obra de Rabelais como su primera traducción al español hayan surgido en contextos autoritarios, hayan emergido de situaciones sociales y políticas opresivas.
Pero me gustaría detenerme en el hecho de que Barriobero haya traducido ocultándose o en la cárcel porque esa situación no era, evidentemente, la ideal para traducir una obra tan compleja como la de Rabelais. Es una obra compleja, sobre todo, desde el punto de vista lingüístico porque está plagada de neologismos, de juegos de palabra, de aliteraciones, de polifonías, de ironías, etc. Es una obra repleta de juegos con la lengua y de reflexiones sobre el lenguaje, y justamente en el Pantagruel hay muy buenos ejemplos de esto: capítulos 6, 9, 10-14 y 19 (entre otros). Pero más allá de Pantagruel, Rabelais constantemente trabaja con la lengua, juega con el lenguaje, con diferentes lenguas o niveles de lengua, y eso contribuye en gran medida a la complejidad y a la riqueza de su obra. Pero además su propia lengua era bastante compleja porque todavía no estaba institucionalizada o normalizada. Quizás sea útil recordar que la primera gramática francesa es de 1550 aproximadamente, casi 20 años posterior a la publicación de Pantagruel. Por eso hay mucha alternancia en la lengua de Rabelais, tanto ortográfica como sintáctica.

Portada de la edición de Pantagruel de 1542
Lo que quiero decir con todo esto es que para traducir a Rabelais hay que contar con los materiales adecuados: diccionarios de la época, diccionario de uso, ediciones en francés anotadas, etc. Y Barriobero, que evidentemente era un traductor muy competente en las dos lenguas, tanto en francés como en español, y que tiene todo el mérito de haber sido el primer traductor, muy posiblemente no haya contado con esos materiales. Y quizás por eso su traducción sea por momentos bastante deficiente, sobre todo en lo que respecta a algunas de estas cuestiones lingüísticas.
Y que la traducción de Barriobero tenga estas características también es significativo, porque durante muchas décadas, y todavía hoy, se leyó o se lee su traducción, que fue retomada en algunos casos o plagiada en otros por muchas editoriales, sobre todo latinoamericanas (Anaconada, el Ateneo, el Centro editor de América Latina, etc.,). Recién en los últimos 20 años aparecieron traducciones verdaderamente nuevas, de circulación masiva, de editoriales españolas importantes como Akal, Alianza o Cátedra.
Nosotros revisamos varias ediciones y no encontramos ninguna que fuera bilingüe. Pero más allá del bilingüe, que condiciona de algún modo la manera de traducir, me parece interesante contar un poco qué criterios adoptamos para hacer nuestra traducción.
Nuestra intención más general fue no demorar la lectura del texto con largas notas, hicimos solo las que nos parecieron fundamentales y las colocamos al final del libro, para que no entorpecieran la lectura ni la disposición del texto en la página (porque en la obra de Rabelais hay ciertos juegos con esa disposición: caligramas, por ejemplo). Por otro lado, intentamos respetar el nivel de lengua, la procacidad del texto de Rabelais a partir, sobre todo, de nuestra variante del español, y tratamos, para los juegos de palabra, de dar soluciones de traducción que produjeran un efecto de lectura equivalente, similar o al menos aproximativo al del original.
Nos parece que no es adecuado traducir literalmente (o no traducir) los juegos de palabra ni explicar en una nota en qué consiste el juego. Creemos que es más adecuado intentar soluciones de traducción porque en el fondo nos parece que detrás del juego de palabras siempre hay una broma, un chiste, una intención de producir cierta jocosidad. Y si en la traducción uno anota esa broma, ese chiste, es como si en lugar de contarlo lo explicara. Es decir, el lector lee y no entiende, entonces recurre a la nota y recién ahí entiende. Pero la gente no se ríe cuando le explican un chiste que no entendió, se ríe cuando le cuentan un chiste y lo entiende. Y como una de las intenciones más declaradas de Rabelais es provocar una risa genuina, nosotros tratamos en nuestra traducción de conservar esa intención.
Por último, quiero contar muy brevemente cuál fue nuestra metodología de trabajo. Uno podría preguntarse, y creo que la pregunta es legítima, ¿cómo se hace una traducción a seis manos, entre tres traductores? Lo primero que tengo que aclarar es que los tres conocemos bastante bien la obra de Rabelais y que los tres nos conocemos también bastante bien entre nosotros. Básicamente lo que hicimos fue dividir el trabajo en tres partes, en capítulos intercalados, e hicimos una rigurosa puesta en común, durante más de un año. Es decir, uno leía su versión y los otros dos la escrutaban, la observaban escrupulosamente. Así, la pulimos y discutimos cada uno de los pasajes más problemáticos. Y, sinceramente, estamos muy conformes y muy contentos con el resultado.
Ignacio R.

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