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16 de septiembre de 2008

14 de agosto de 2008

Hay que leer la poesía de algunas canciones!


Como les prometimos, posteamos aquí la letra de "Biografía", el tema del cantautor uruguayo que cantó en la presentación de Pantagruel, Javier Zubillaga. Gracias por el cinismo que a nosotros nos gusta. Empiecen a conocerlo...


BIOGRAFÍA
Letra y música: J. Zubillaga


Un buen día nació, lloriqueó, se calló,
de la teta se prendió, se nutrió, dependió,
alguien pronto lo vistió, lo mostró, lo arrulló,
le cantó, lo acarició, lo pensó, lo soñó.

Con el tiempo creció, descubrió, caminó,
lentamente razonó, comprendió, asimiló,
y así se alfabetizó y estudió y aprendió,
y así se socializó, se integró, se sumó.

Y se desarrolló, se asustó, le gustó,
y el amor le interesó, se encerró, fantaseó,
tiernamente se tocó, se endulzó, disfrutó,
con sus pares conversó, compartió y se escondió.

Luego se enamoró, se aterró, se inhibió,
y al final se le acercó, vaciló, confesó,
pero entonces rebotó y le dolió y sollozó,
y así Dios lo defraudó, lo ignoró, lo olvidó.

Así pues maduró, se encauzó, se centró,
su ideal estructuró, reclamó, proclamó,
duramente trabajó, se esmeró, transpiró,
ciertamente se esforzó, no cayó, progresó.

Una mujer lo vio, lo escuchó, lo deseó,
y él entonces respondió, se metió, le bastó,
un pendiente le obsequió, la paseó, la lamió,
y en setiembre se casó, se acostó y la abrazó.

Tuvo un hijo y sonrió, se alegró, se agrandó,
los pañales le cambió, lo cargó, lo forjó,
y orgulloso lo vistió, lo mostró, lo arrulló,
le cantó, lo acarició, lo pensó, lo soñó.

Pero un día piró, se quemó, se rayó,
y a los dos abandonó, se mudó, los dejó,
un amigo lo llamó, lo invitó, lo tentó,
y a una fiesta lo llevó y él chupó y fornicó.

Y su vida siguió, continuó, se estiró,
y él después reflexionó, recordó y añoró,
contra el tiempo blasfemó, se indignó, se ofuscó,
y tal vez se arrepintió, se culpó y se absolvió.

Y así envejeció, se cansó, se apagó,
en su lecho se tendió, se guardó, se ocultó,
sus memorias escribió, las quemó y las mató,
finalmente se enfermó, se rindió, se entregó.

Un buen día murió, falleció, feneció,
o sea desapareció, sucumbió, expiró,
como un ajo se peló, se rajó, palmó,
pero no se despidió: ¡qué mala educación!

Algunas perlitas pantagruélicas...

Del nacimiento del muy temible Pantagruel (C. 2)

Y como Pantagruel nació aquel mismo día, su padre le dio tal nombre. Pues Panta en griego quiere decir “todo” y gruel en lengua mora significa “sediento”, con lo que quería indicar que a la hora de su nacimiento la gente estaba muy sedienta. Y vio con espíritu profético que algún día sería soberano de los sedientos (55-57).

De la infancia de Pantagruel (c. 4)

Y entonces se puso de pie con gran vigor, llevando la cuna atada sobre la espalda, como una tortuga que sube una muralla: al verlo parecía una gran carraca de quinientas toneladas puesta de pie. Con esta apariencia entró en la sala donde se celebraba el banquete, y con tal bravura que horrorizó a la concurrencia (67).

De cómo Pantagruel recibió en París una carta de su padre Gargantúa… (C. 8)


Ahora, todas las disciplinas están restablecidas; y las lenguas instituidas: el griego, sin el cual es vergonzoso que una persona se diga sabia; el hebreo, el caldeo y el latín; los impresos, tan elegantes y correctos hoy en uso, que fueron inventados en mis tiempos por inspiración divina, como al contrario la artillería por sugerencia diabólica (101-103).

De cómo Pantagruel se encontró con Panurgo, a quien amó toda su vida (C. 9)

Entonces —dijo Pantagruel—, díganos cuál es su nombre y de dónde viene, pues, le juro, ya le he tomado tanto cariño que si consiente mi deseo, jamás se apartará de mi compañía, y usted y yo formaremos una nueva pareja de amigos, tal como la de Eneas y Acates (117).

De cómo Panurgo cuenta la manera en que escapó de manos de los turcos (C. 14)

…este vino es muy bueno y delicioso, pero cuanto más bebo más sed tengo (157).

De cómo Panurgo avergonzó al inglés que argumentaba por señas (C. 19)

Ante esto, Panurgo, sin decir palabra, levantó las manos e hizo este signo: con la mano izquierda juntó la uña del dedo índice con la uña del pulgar. Formó así una especie de argolla y, tras cerrar el puño con todos los dedos de la mano derecha, salvo el índice, lo metía y lo sacaba una y otra vez entre los dos dedos ya mencionados de la mano izquierda (211).

De cómo Panurgo se enamoró de una gran dama de París (C. 21)

“Señora, sepa que estoy tan enamorado de usted que ya no puedo ni mear ni cagar. No sé cómo lo toma, pero si me sobreviniera algún mal, ¿qué pasaría? (225)”.

De cómo Panurgo jugó una mala pasada a la dama parisina, lo cual no le resultó beneficioso (C.22)

Panurgo no acabó de decir estas palabras que todos los perros que estaban en la iglesia salieron corriendo hacia la dama a causa del olor de las drogas que él había diseminado sobre ella. Bajos y altos, grandes y pequeños, todos se le acercaban, mientras sacaban el miembro, la olfateaban y la meaban por todas partes: fue la peor vileza del mundo (233).
De cómo Pantagruel venció de un modo bien extraño a los dipsodas y a los gigantes (C. 28)

¡Oh! ¿Quién podrá contar ahora cómo se comportó Pantagruel contra los trescientos gigantes? Oh, mi musa, mi Calíope, mi Talía, inspírame ahora, devuélveme el ingenio, pues estoy ante el puente para los burros de la lógica, ante la trampa, ante la dificultad de poder expresar la horrible batalla que aconteció (279).

De cómo Pantagruel derrotó a los trescientos gigantes armados con piedras sillares y a Hombrelobo su capitán (C. 29)

Cuando Pantagruel los vio acercarse, tomó a Hombrelobo por los dos pies y levantó, como una pica en el aire, su cuerpo armado de yunques, y golpeaba a los gigantes armados de piedras sillares y los derribaba como un leñador los árboles, pues no quedaba nadie delante de él que no echara por tierra (291).

De cómo Epistemón, que tenía la corta testada1, fue sanado hábilmente por Panurgo, y de las noticias de los diablos y condenados (C. 30)

Entonces limpió muy bien el cuello y luego la cabeza con vino blanco, y emplastó allí un polvo de diamerdis que llevaba siempre en uno sus pequeños bolsillos; luego, los untó con no sé qué ungüento y los empalmó con precisión, vena contra vena, nervio contra nervio, espóndilo contra espóndilo, para que Epistemón no tuviese tortícolis (ya que odiaba a muerte a quienes la padecían). Tras ello, le dio unos quince o dieciséis puntos con una aguja alrededor de la cabeza, para que ésta no volviese a caer; luego puso a su alrededor un poco de un ungüento al que llamaba resucitativo (295).

De cómo Pantagruel cubrió con su lengua todo un ejército y de lo que el autor vio dentro de su boca (C. 32)

— ¡Jesús! —exclamé—. ¡Aquí hay un nuevo mundo!

— Por cierto —dijo—, no es nuevo, pero dicen que fuera de aquí hay una tierra nueva donde tienen sol y luna, llena de bellos negocios. Pero éste es más antiguo (317-319).

La conclusión del presente libro y las excusas del autor (C. 34)

Ahora bien, señores, sólo han oído el comienzo de la horripilante historia de mi amo y señor Pantagruel. Aquí daré fin a este primer libro: me duele un poco la cabeza y siento que los comandos de mi cerebro están un poco embrollados por el vino (331).

Y si desean ser buenos pantagruelistas (es decir: vivir en paz, con alegría y salud, haciendo siempre buenas comilonas), jamás se fíen de la gente que mira por un agujero (333).

14 de julio de 2008

El gran François no pasa de moda


François Rabelais
El martes presentamos en la biblioteca de la Alianza Francesa de Buenos Aires nuestra traducción bilingüe de Pantagruel de F. Rabelais. Y como es bastante habitual que uno lea las traducciones como si fueran originales, cuando en verdad no lo son, a mí me pareció oportuno comentar algunas cuestiones vinculadas con la traducción de Rabelais al español. Esto es lo que dije en aquella memorable velada:
Como todo autor clásico, Rabelais tiene su propia historia de traducción. Y en el caso de Rabelais esta historia es bastante particular. Es particular porque Pantagruel, que fue el primer libro de ficción que publicó Rabelais allá por 1532, fue traducido al español recién en 1910. Gargantua, el otro gran libro de Rabelais, en 1905. 1532-1905. Hasta comienzos del siglo XX ningún hispanohablante (a excepción, quizás, de alguno que sabía hablar francés) había leído a Rabelais. Cuando al alemán o al inglés, por ejemplo, la obra de Rabelais se tradujo en el siglo XVI y XVII, poco tiempo después de la publicación del original. Quizás uno de los motivos que pueda explicar esta situación --como dice la gente que se dedicó a estudiar un poco el tema-- es que los países de tradición protestante (Alemania o Inglaterra) fueron más permeables a la obra de Rabelais que los países de tradición católica (España o Italia).
De cualquier modo es significativo que ningún traductor español o hispanohablante haya traducido a un autor de la envergadura de Rabelais durante casi cuatro siglos. Pero quizás sea todavía más significativo que el primer traductor de Rabelais al español haya sido un anarcosindicalista llamado Eduardo Barriobero y Herrán (1875-1939), que vivió perseguido y que murió fusilado por las tropas falangistas. Digo que me parece significativo que una persona como Barriobero haya decidido traducir a Rabelais porque me animaría a decir que algún interés en particular debía tener este hombre en los libros de Rabelais. Quizás, me imagino, pudo haberle interesado de la obra de Rabelais el tono procaz, o la subversión de determinados valores, de determinados órdenes o de determinados estamentos.

Eduardo Barriobero y Herrán. Anarquista y republicano español.
Primer traductor de Rabelais al castellano en 1905.
Pero también es significativo que, como Rabelais, que fue censurado muchas veces, que tuvo que corregir su obra para escapar de la censura (de la Sorbona en aquel momento y también de la Iglesia), que siempre buscaba protección, que tuvo que exiliarse en Italia, que aparentemente estuvo preso, que estuvo bastante cerca de ser condenado a la hoguera, digo, como Rabelais, Barriobero también fue perseguido y encarcelado.
Y aparentemente en la clandestinidad o en la cárcel Barriobero se entretenía traduciendo a Rabelais. Es interesante, me parece a mí, que tanto la obra de Rabelais como su primera traducción al español hayan surgido en contextos autoritarios, hayan emergido de situaciones sociales y políticas opresivas.
Pero me gustaría detenerme en el hecho de que Barriobero haya traducido ocultándose o en la cárcel porque esa situación no era, evidentemente, la ideal para traducir una obra tan compleja como la de Rabelais. Es una obra compleja, sobre todo, desde el punto de vista lingüístico porque está plagada de neologismos, de juegos de palabra, de aliteraciones, de polifonías, de ironías, etc. Es una obra repleta de juegos con la lengua y de reflexiones sobre el lenguaje, y justamente en el Pantagruel hay muy buenos ejemplos de esto: capítulos 6, 9, 10-14 y 19 (entre otros). Pero más allá de Pantagruel, Rabelais constantemente trabaja con la lengua, juega con el lenguaje, con diferentes lenguas o niveles de lengua, y eso contribuye en gran medida a la complejidad y a la riqueza de su obra. Pero además su propia lengua era bastante compleja porque todavía no estaba institucionalizada o normalizada. Quizás sea útil recordar que la primera gramática francesa es de 1550 aproximadamente, casi 20 años posterior a la publicación de Pantagruel. Por eso hay mucha alternancia en la lengua de Rabelais, tanto ortográfica como sintáctica.

Portada de la edición de Pantagruel de 1542
Lo que quiero decir con todo esto es que para traducir a Rabelais hay que contar con los materiales adecuados: diccionarios de la época, diccionario de uso, ediciones en francés anotadas, etc. Y Barriobero, que evidentemente era un traductor muy competente en las dos lenguas, tanto en francés como en español, y que tiene todo el mérito de haber sido el primer traductor, muy posiblemente no haya contado con esos materiales. Y quizás por eso su traducción sea por momentos bastante deficiente, sobre todo en lo que respecta a algunas de estas cuestiones lingüísticas.
Y que la traducción de Barriobero tenga estas características también es significativo, porque durante muchas décadas, y todavía hoy, se leyó o se lee su traducción, que fue retomada en algunos casos o plagiada en otros por muchas editoriales, sobre todo latinoamericanas (Anaconada, el Ateneo, el Centro editor de América Latina, etc.,). Recién en los últimos 20 años aparecieron traducciones verdaderamente nuevas, de circulación masiva, de editoriales españolas importantes como Akal, Alianza o Cátedra.
Nosotros revisamos varias ediciones y no encontramos ninguna que fuera bilingüe. Pero más allá del bilingüe, que condiciona de algún modo la manera de traducir, me parece interesante contar un poco qué criterios adoptamos para hacer nuestra traducción.
Nuestra intención más general fue no demorar la lectura del texto con largas notas, hicimos solo las que nos parecieron fundamentales y las colocamos al final del libro, para que no entorpecieran la lectura ni la disposición del texto en la página (porque en la obra de Rabelais hay ciertos juegos con esa disposición: caligramas, por ejemplo). Por otro lado, intentamos respetar el nivel de lengua, la procacidad del texto de Rabelais a partir, sobre todo, de nuestra variante del español, y tratamos, para los juegos de palabra, de dar soluciones de traducción que produjeran un efecto de lectura equivalente, similar o al menos aproximativo al del original.
Nos parece que no es adecuado traducir literalmente (o no traducir) los juegos de palabra ni explicar en una nota en qué consiste el juego. Creemos que es más adecuado intentar soluciones de traducción porque en el fondo nos parece que detrás del juego de palabras siempre hay una broma, un chiste, una intención de producir cierta jocosidad. Y si en la traducción uno anota esa broma, ese chiste, es como si en lugar de contarlo lo explicara. Es decir, el lector lee y no entiende, entonces recurre a la nota y recién ahí entiende. Pero la gente no se ríe cuando le explican un chiste que no entendió, se ríe cuando le cuentan un chiste y lo entiende. Y como una de las intenciones más declaradas de Rabelais es provocar una risa genuina, nosotros tratamos en nuestra traducción de conservar esa intención.
Por último, quiero contar muy brevemente cuál fue nuestra metodología de trabajo. Uno podría preguntarse, y creo que la pregunta es legítima, ¿cómo se hace una traducción a seis manos, entre tres traductores? Lo primero que tengo que aclarar es que los tres conocemos bastante bien la obra de Rabelais y que los tres nos conocemos también bastante bien entre nosotros. Básicamente lo que hicimos fue dividir el trabajo en tres partes, en capítulos intercalados, e hicimos una rigurosa puesta en común, durante más de un año. Es decir, uno leía su versión y los otros dos la escrutaban, la observaban escrupulosamente. Así, la pulimos y discutimos cada uno de los pasajes más problemáticos. Y, sinceramente, estamos muy conformes y muy contentos con el resultado.
Ignacio R.

9 de julio de 2008

PRESENTAMOS PANTAGRUEL: nuestro tercer hijo


Ayer martes 8 de julio presentamos Pantagruel en la biblioteca de la sede central de la Alianza Francesa. Esta es la mejor foto que obtuvimos (gracias igualmente a Marcelo Shalom). De izquierda a derecha nosotros, editores y traductores: Nacho Rodríguez, Eugenio López Arriazu y Ariel Shalom. Lo que Shalom toma es agua, aunque habría preferido como todos los presentes tomar vino (a veces todo no se puede). Nacho habló de nuestro trabajo de traducción (ver post en el que se publica el texto), Eugenio habló de nuestro presente y nuestro futuro y Ariel abrió paso al humor con la lectura de un notable episodio en que Panurgo, despechado por una distinguida dama parisina, la hace seguir por miles de perros en celo. Después, la gran intervención del oriental Javier Zubillaga, que con su guitarra hizo temas de Brassens y de su autoria (vamos a ver si conseguimos bajar "Biografía", ¡un gran tema!) Siguió el sorteo de libros, que pareció arreglado pero no, lo juramos, aunque algunos presentes se indignaran cuando los premios fueron a manos de los dos hermanos y un amigo de Nacho Rodríguez y del Lobo Vanoli, amigo de Shalom. Para cerrar, como agasajo de Dedalus a ver si compraban algunos libros, y a falta de vino, los bombones. Agradecidos entonces a los que se jugaron: logramos compensar un poco nuestro endémico mal financiero (ser editores independientes es un bello y apasionante mal endémico). Así que Pantagruel-bi (francés-español) ya está en las principales librerías de la ciudad, y en camino al interior del país (a donde podamos) y al exterior (lo vamos a lograr). Dejamos las críticas de la presentación a otros bloggers presentes, aunque hay que decir que a falta de legitimadores de la Academia en la mesa (hay gente que no vale la pena mencionar) la sensación fue que todo salió bastante bien. Después sí, cuando nos fuimos, pudimos tomar un poco de alcohol. Esperemos que el gran François, seguramente en el Infierno entrándole a cuánta botella le conviden, nos perdone.