
4 de septiembre de 2009
17 de julio de 2009
Seminario de Maffesoli en Argentina
agrado de informar la visita del Dr. Michel Maffesoli (Hérault, Francia, 1944), quien
participará del seminario internacional "Entre Generaciones" que la FLACSO
organiza junto a la Fundación OSDE.
En el marco de estas actividades, el Dr. Maffesoli dictará el seminario de
investigación Changement des valeurs dans la société contemporaine.
Communication et Postmodernité. El mismo se realizará los días 7 y 8 de
septiembre, de 18 a 22 Hs, con una carga horaria de 8 horas, y está dirigido a
estudiantes de doctorado y maestría.
Hay vacantes disponibles para alumnos externos. Consultar aranceles.
Para consultas e inscripciones, por favor comunicarse con la Secretaría Técnica del
Programa:
Información general: doctorado@flacso.org.ar
www.flacso.org.ar/doctorado
Tel: 5238-9342
Horario de atención: Lunes a viernes de 14 a 20 hs.
Michel Maffesoli realizó sus estudios en Grenoble, doctorándose en Ciencias Humanas en 1973 y en Sociología en 1978. Trabajó como asistente universitario en
En 1990 le fue otorgado el premio de ensayo André Gautier por su obra En el crisol de las apariencias y en 1992 obtuvo el premio de las Ciencias Humanas de
30 de abril de 2009
SALIO EL ULTIMO LIBRO DE MICHEL MAFFESOLI

$52.-
Buenos Aires, Dedalus, 2009.
Prólogo de Marcelo Urresti
176 páginas.
TRES AUTORES, TRECE CUENTOS, CIFRAS DE LA NARRATIVA FRANCESA CONTEMPORANEA
$38.-
Buenos Aires, Dedalus-Viento de Fondo, 2009.
16 de septiembre de 2008
14 de agosto de 2008
Hay que leer la poesía de algunas canciones!
BIOGRAFÍA
Letra y música: J. Zubillaga
Un buen día nació, lloriqueó, se calló,
de la teta se prendió, se nutrió, dependió,
alguien pronto lo vistió, lo mostró, lo arrulló,
le cantó, lo acarició, lo pensó, lo soñó.
Con el tiempo creció, descubrió, caminó,
lentamente razonó, comprendió, asimiló,
y así se alfabetizó y estudió y aprendió,
y así se socializó, se integró, se sumó.
Y se desarrolló, se asustó, le gustó,
y el amor le interesó, se encerró, fantaseó,
tiernamente se tocó, se endulzó, disfrutó,
con sus pares conversó, compartió y se escondió.
Luego se enamoró, se aterró, se inhibió,
y al final se le acercó, vaciló, confesó,
pero entonces rebotó y le dolió y sollozó,
y así Dios lo defraudó, lo ignoró, lo olvidó.
Así pues maduró, se encauzó, se centró,
su ideal estructuró, reclamó, proclamó,
duramente trabajó, se esmeró, transpiró,
ciertamente se esforzó, no cayó, progresó.
Una mujer lo vio, lo escuchó, lo deseó,
y él entonces respondió, se metió, le bastó,
un pendiente le obsequió, la paseó, la lamió,
y en setiembre se casó, se acostó y la abrazó.
Tuvo un hijo y sonrió, se alegró, se agrandó,
los pañales le cambió, lo cargó, lo forjó,
y orgulloso lo vistió, lo mostró, lo arrulló,
le cantó, lo acarició, lo pensó, lo soñó.
Pero un día piró, se quemó, se rayó,
y a los dos abandonó, se mudó, los dejó,
un amigo lo llamó, lo invitó, lo tentó,
y a una fiesta lo llevó y él chupó y fornicó.
Y su vida siguió, continuó, se estiró,
y él después reflexionó, recordó y añoró,
contra el tiempo blasfemó, se indignó, se ofuscó,
y tal vez se arrepintió, se culpó y se absolvió.
Y así envejeció, se cansó, se apagó,
en su lecho se tendió, se guardó, se ocultó,
sus memorias escribió, las quemó y las mató,
finalmente se enfermó, se rindió, se entregó.
Un buen día murió, falleció, feneció,
o sea desapareció, sucumbió, expiró,
como un ajo se peló, se rajó, palmó,
pero no se despidió: ¡qué mala educación!
Algunas perlitas pantagruélicas...
Y como Pantagruel nació aquel mismo día, su padre le dio tal nombre. Pues Panta en griego quiere decir “todo” y gruel en lengua mora significa “sediento”, con lo que quería indicar que a la hora de su nacimiento la gente estaba muy sedienta. Y vio con espíritu profético que algún día sería soberano de los sedientos (55-57).
De la infancia de Pantagruel (c. 4)
Y entonces se puso de pie con gran vigor, llevando la cuna atada sobre la espalda, como una tortuga que sube una muralla: al verlo parecía una gran carraca de quinientas toneladas puesta de pie. Con esta apariencia entró en la sala donde se celebraba el banquete, y con tal bravura que horrorizó a la concurrencia (67).
De cómo Pantagruel recibió en París una carta de su padre Gargantúa… (C. 8)
Ahora, todas las disciplinas están restablecidas; y las lenguas instituidas: el griego, sin el cual es vergonzoso que una persona se diga sabia; el hebreo, el caldeo y el latín; los impresos, tan elegantes y correctos hoy en uso, que fueron inventados en mis tiempos por inspiración divina, como al contrario la artillería por sugerencia diabólica (101-103).
De cómo Pantagruel se encontró con Panurgo, a quien amó toda su vida (C. 9)
Entonces —dijo Pantagruel—, díganos cuál es su nombre y de dónde viene, pues, le juro, ya le he tomado tanto cariño que si consiente mi deseo, jamás se apartará de mi compañía, y usted y yo formaremos una nueva pareja de amigos, tal como la de Eneas y Acates (117).
De cómo Panurgo cuenta la manera en que escapó de manos de los turcos (C. 14)
…este vino es muy bueno y delicioso, pero cuanto más bebo más sed tengo (157).
De cómo Panurgo avergonzó al inglés que argumentaba por señas (C. 19)
Ante esto, Panurgo, sin decir palabra, levantó las manos e hizo este signo: con la mano izquierda juntó la uña del dedo índice con la uña del pulgar. Formó así una especie de argolla y, tras cerrar el puño con todos los dedos de la mano derecha, salvo el índice, lo metía y lo sacaba una y otra vez entre los dos dedos ya mencionados de la mano izquierda (211).
De cómo Panurgo se enamoró de una gran dama de París (C. 21)
“Señora, sepa que estoy tan enamorado de usted que ya no puedo ni mear ni cagar. No sé cómo lo toma, pero si me sobreviniera algún mal, ¿qué pasaría? (225)”.
De cómo Panurgo jugó una mala pasada a la dama parisina, lo cual no le resultó beneficioso (C.22)
Panurgo no acabó de decir estas palabras que todos los perros que estaban en la iglesia salieron corriendo hacia la dama a causa del olor de las drogas que él había diseminado sobre ella. Bajos y altos, grandes y pequeños, todos se le acercaban, mientras sacaban el miembro, la olfateaban y la meaban por todas partes: fue la peor vileza del mundo (233).
¡Oh! ¿Quién podrá contar ahora cómo se comportó Pantagruel contra los trescientos gigantes? Oh, mi musa, mi Calíope, mi Talía, inspírame ahora, devuélveme el ingenio, pues estoy ante el puente para los burros de la lógica, ante la trampa, ante la dificultad de poder expresar la horrible batalla que aconteció (279).
De cómo Pantagruel derrotó a los trescientos gigantes armados con piedras sillares y a Hombrelobo su capitán (C. 29)
Cuando Pantagruel los vio acercarse, tomó a Hombrelobo por los dos pies y levantó, como una pica en el aire, su cuerpo armado de yunques, y golpeaba a los gigantes armados de piedras sillares y los derribaba como un leñador los árboles, pues no quedaba nadie delante de él que no echara por tierra (291).
De cómo Epistemón, que tenía la corta testada1, fue sanado hábilmente por Panurgo, y de las noticias de los diablos y condenados (C. 30)
Entonces limpió muy bien el cuello y luego la cabeza con vino blanco, y emplastó allí un polvo de diamerdis que llevaba siempre en uno sus pequeños bolsillos; luego, los untó con no sé qué ungüento y los empalmó con precisión, vena contra vena, nervio contra nervio, espóndilo contra espóndilo, para que Epistemón no tuviese tortícolis (ya que odiaba a muerte a quienes la padecían). Tras ello, le dio unos quince o dieciséis puntos con una aguja alrededor de la cabeza, para que ésta no volviese a caer; luego puso a su alrededor un poco de un ungüento al que llamaba resucitativo (295).
De cómo Pantagruel cubrió con su lengua todo un ejército y de lo que el autor vio dentro de su boca (C. 32)
— ¡Jesús! —exclamé—. ¡Aquí hay un nuevo mundo!
— Por cierto —dijo—, no es nuevo, pero dicen que fuera de aquí hay una tierra nueva donde tienen sol y luna, llena de bellos negocios. Pero éste es más antiguo (317-319).
La conclusión del presente libro y las excusas del autor (C. 34)
Ahora bien, señores, sólo han oído el comienzo de la horripilante historia de mi amo y señor Pantagruel. Aquí daré fin a este primer libro: me duele un poco la cabeza y siento que los comandos de mi cerebro están un poco embrollados por el vino (331).
Y si desean ser buenos pantagruelistas (es decir: vivir en paz, con alegría y salud, haciendo siempre buenas comilonas), jamás se fíen de la gente que mira por un agujero (333).